martes, 15 de marzo de 2016

Capitulo II

Cuando se lea este documento es porque ya no pertenezco a este mundo. Con mis facultades mentales en plenitud y sano juicio he decidido repartir la herencia familiar de las cuales soy la administradora y única heredera. Por ello con mi abogado y médico de cabecera como testigos es que:
 Dejo a mis queridos hijos todas mis alhajas y propiedades. A mi fiel sobrino (yo) la cabaña a orillas del mar. Al hospital de Maternos, del cual mi madre fue la fundadora, los pisos de la avenida Las Heras y sus ganancias de alquileres.
Si mi fallecimiento sucediera de forma natural, lego a mi leal marido, la renta de mis campos…
Así concluyó la lectura.
Silencio absoluto.
Sólo tío gesticuló mascullando algo.

Todos sin excepción, comprendimos o creímos comprender la naturaleza del extraño e incomprensible accidente que sufriera tía Esperanza.

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